Black Mamba apareció justo cuando estaba terminando mi proyecto en Zeus. Y aunque estaban en la misma ciudad, eran dos mundos completamente distintos. Este box tenía una vibra mucho más seria, enfocada y competitiva. Aquí la gente iba a entrenar como atletas: llegaban, se preparaban, y lo dejaban todo.
Para mí, este proyecto fue una prueba: quería ver si era capaz de transmitir una esencia tan diferente a la de Zeus, manteniendo mi estilo, pero adaptándolo a un contexto donde la intensidad era la regla. Black Mamba era competencia pura, y mi desafío era capturar esa identidad con honestidad.
Quería que la gente sintiera la intensidad desde el primer segundo. Que entendieran que este box no era buena onda ni comunidad relajada: aquí se venía a entrenar en serio.
Para lograrlo, usé cámaras lentas, un ritmo de montaje distinto, transiciones rápidas y todo grabado a mano alzada para transmitir esa sensación de movimiento rápido, crudo y real.
Cuando entré, se notaba al tiro que el box tenía una vibra competitiva. Por los materiales, por la distribución y por la gente. No era un ambiente tenso, pero sí enfocado. Desde el minuto uno sentí que este lugar estaba lleno de atletas que entrenaban en modo competencia.
Lo que más destacó para mí fue el “gusano”, el implemento de CrossFit que usan para WOD en equipo. Ellos lo trabajaban muchísimo y eso marcaba la esencia del box: competencia constante, sincronía y esfuerzo colectivo.
Ellos se tomaban los entrenamientos muy en serio. No conversaban, no se distraían. Eran intensos, todos.
Mientras filmaba supe de inmediato que tenía que capturar esos momentos con el gusano: la coordinación perfecta, el esfuerzo compartido y lo mucho que cuesta moverlo. Esa fue la esencia humana del video.
Este proyecto fue un ejercicio creativo. Fue aplicar todo lo que había hecho en Zeus, pero adaptándolo a un lugar con una vibra completamente distinta, con gente parecida pero objetivos totalmente nuevos.
Black Mamba fue el contraste perfecto para entender quién soy como creador.
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